Llevando el Bosque de la ComuniĆ³n (Communion Forest) a la vida de la Iglesia

En el corazĆ³n de ser anglicana/o estĆ” el llamado a esforzarse por salvaguardar la integridad de la creaciĆ³n, y sostener y renovar la faz de la tierra. La tierra de Dios; La creaciĆ³n de Dios; El don de Dios. Al plantar Ć”rboles para conmemorar la Conferencia de Lambeth 2022, no solo estamos viviendo este aspecto de nuestro discipulado, sino que tambiĆ©n estamos expresando esperanza para el futuro.

Esta esperanza estĆ” bellamente expresada en una cita a menudo atribuida a MartĆ­n Lutero: ā€˜Incluso si supiera que maƱana el mundo se harĆ­a pedazos, todavĆ­a plantarĆ­a mi manzanoā€™. Plantar un Ć”rbol es un acto de fe ya que, a menos que seamos jĆ³venes, es poco probable que lo veamos crecer hasta la madurez. Estamos haciendo un acto deliberado para contribuir a un futuro que no es nuestro, sino que se verĆ” afectado, para bien o para mal, por nuestras acciones.

Los Ć”rboles son hermosos y majestuosos, y a menudo nos empequeƱecen por su escala. Su duraciĆ³n de vida tambiĆ©n empequeƱece nuestras vidas. Cuando se talan, podemos estimar su edad a partir de los anillos de crecimiento anual en sus troncos, que tambiĆ©n establecen la historia sobre aƱos de abundancia y aƱos de sequĆ­a o enfermedad. Muchas especies de Ć”rboles estĆ”n en peligro de extinciĆ³n y, a medida que cambia el clima, se ven cada vez mĆ”s afectadas por nuevas plagas y enfermedades.

Al cuidar los Ć”rboles, estamos reflejando el amor de Dios por la creaciĆ³n y estamos viviendo el llamado a AdĆ”n en GĆ©nesis 2 para tener una protecciĆ³n vigilante y buscar preservar el don de Dios. Al cuidar la creaciĆ³n como cuidadores de Dios, y experimentar las bendiciones de Dios en nuestros trabajos de fe, ĀæpodrĆ­amos vislumbrar otra dimensiĆ³n del ā€˜shalomā€™ ā€“ la vida como Dios la quiso originalmente y la vida como Dios la restaurarĆ” en la era venidera?

La narraciĆ³n cristiana comienza en un jardĆ­n de Ć”rboles, descrito en GĆ©nesis, donde AdĆ”n y Eva son advertidos de no comer del Ć”rbol del conocimiento. El conocimiento puede ser peligroso. Al final de la narraciĆ³n bĆ­blica, en Apocalipsis, esperamos que el paraĆ­so se recupere con un rĆ­o arbolado que refleja la benevolencia de Dios donde ā€˜las hojas de los Ć”rboles son para la curaciĆ³n de las nacionesā€™.

JesĆŗs fue puesto como un bebĆ© en un comedero, probablemente hecho de madera, y aprendiĆ³ el oficio de su padre al sentir el grano y tener un ojo en lo que un tablĆ³n podrĆ­a llegar a ser de manera Ćŗnica. Ɖl aprendiĆ³ a crear articulaciones para unir las cosas y cĆ³mo planear los bordes Ć”speros. Fuera de la muralla de la ciudad fue inmovilizado a la madera de un Ć”rbol, los clavos crueles que lo sostenĆ­an en su lugar mientras estaba acostado en una barra transversal de tortura, creando una articulaciĆ³n entre el cielo y la tierra, dando de sĆ­ mismo para despegar nuestro pecado que se aferra tan cerca.

Las diferentes culturas asocian varias especies de Ć”rboles con la madera de la cruz, incluido el Ć”lamo temblĆ³n (Betula tremula) cuyo nombre cientĆ­fico implica su reacciĆ³n a la culpa que todavĆ­a lleva en sus hojas temblorosas, todavĆ­a temblando de miedo.

En muchos lugares hay Ć”rboles veteranos que son estadistas y venerados por su sentido de permanencia. Las comunidades han compartido historias bajo su sombra, en sus ramas los niƱos han trepado y los forajidos se han escondido, su fruta ha llenado vientres hambrientos y la madera caĆ­da se ha utilizado para la construcciĆ³n o para cocinar una comida y calentar el aire frĆ­o de la noche. En rincones y grietas vive una mirĆ­ada de fauna y flora crece en huecos hĆŗmedos a lo largo de ramas retorcidas. Mientras tanto, a medida que los Ć”rboles inhalan y exhalan a travĆ©s de sus cloroplastos que llenan las hojas, bloquean el carbono de la atmĆ³sfera, gran parte de Ć©l creado por nuestra excesiva dependencia de los combustibles fĆ³siles para alimentar nuestros exigentes estilos de vida.
Estos Ć”rboles guardan los recuerdos de las comunidades en su espera anclada, a veces con las cicatrices de la guerra y con los muertos de las pandemias enterrados en su sombra. Son lugares donde se recuerda a santos y pecadores. QuizĆ”s el Ć”rbol que plante este aƱo sea el lugar donde serĆ” recordado de una generaciĆ³n a otra.

A lo largo de la narraciĆ³n bĆ­blica encontramos personas que se encuentran con Dios junto a los Ć”rboles. Abraham entretuvo a los Ć”ngeles en los robles de MambrĆ©, MoisĆ©s se parĆ³ sin zapatos junto a la zarza ardiente, ElĆ­as se sentĆ³ desesperado junto a un Ć”rbol de escoba y se le dio un horneado fresco, Nataniel fue llamado de debajo de una higuera a una nueva forma de vida, y Zaqueo subiĆ³ al Ć”rbol de sicomoro porque estaba desesperado por ver pasar a JesĆŗs.

La gente habla de entrar en una conexiĆ³n con el creador en medio de la naturaleza. Caminar en un entorno forestal se demuestra que es bueno para el cuerpo, la mente y el alma. Los japoneses lo llaman shinrin yoku o ‘baƱo’ de bosque. No es de extraƱar, hay quienes, cuando estĆ”n en la naturaleza, sienten que pueden unirse a la canciĆ³n de la creaciĆ³n que pueden escuchar a su alrededor: ā€˜Ā”Que todo lo que tiene aliento alabe al SeƱor!ā€™ (Salmo 150.6)

TambiĆ©n nos encontramos con Ć”rboles, a menudo plantados junto al agua y que tienen abundancia, que se utilizan como una metĆ”fora de la vida justa. El salmista captura la esencia de una persona que vive dentro de la ley de Dios como ā€˜como Ć”rboles plantados por arroyos de agua, que producen su fruto en su estaciĆ³n, y sus hojas no se marchitanā€™ (Salmo 1.3). Es por eso que le doy a cada persona a quien Confirmo un Ć”rbol para plantar. Espero que no solo les recuerde su ConfirmaciĆ³n y las promesas que hicieron, sino que tambiĆ©n les proporcione algo a travĆ©s del cual puedan vivir su deber como discĆ­pulo cristiano de cuidar el planeta.

AquĆ­ en la DiĆ³cesis de Norwich les doy un avellano debido a las palabras de Juliana de Norwich, una santa local, que sostenĆ­a una avellana en la palma de su mano y Dios le revelĆ³ cĆ³mo ā€œEn esta pequeƱa cosa vi tres propiedades. La primera es que Dios la hizo. La segunda que Dios la ama. Y la tercera, que Dios la guarda.ā€

Ā”Plantar un Ć”rbol deberĆ­a hacernos como niƱas/os de nuevo! Debemos sentirnos atraĆ­dos por un asombro infantil y maravillarnos ante la belleza de la creaciĆ³n. AfĆ©rrese a eso y permĆ­talo dar forma a cĆ³mo ve la tierra, cĆ³mo podrĆ­a vivir de manera mĆ”s simple para que otros simplemente vivan, y cĆ³mo podrĆ­a alentar a otros, a quienes sirve y lidera, a pisar mĆ”s suavemente el planeta tierra por el bien de toda la creaciĆ³n y de aquellos que vendrĆ”n despuĆ©s de nosotros. Ese es un aspecto de ser la Iglesia de Dios para el mundo de Dios en el cual necesitamos trabajar juntos, vivir con todo el corazĆ³n y proclamar de nuevo.

+Graham Norvic:
Norwich, Reino Unido

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